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El oficio de invertir no es fácil. Se trata de una empresa a largo plazo llevada en un entorno dominado por el corto plazo y en donde es fácil dominarse por las emociones, tanto en la euforia como en el desánimo. De mi experiencia hay algunas ideas que, una y otra vez, han probado ser claves a la hora de tener un buen desempeño en los mercados en el largo plazo y que comparto de manera muy breve.
Alejarse del ruido mediático
Estamos bombardeados por información de todo tipo, en su gran mayoría de poca o ninguna calidad. Una dinámica ominipresente, especialmente intensa en el ámbito de la inversión donde abundan opiniones sobre todo tipo de cuestiones. Este ruido mediático muchas veces únicamente sirve para excitar la ansiedad y nublar la visión de las cosas.
El mundo no se acaba
Buena parte de los mensajes que nos llegan tienen un marcado sesgo negativo, lo que acaba resultando en una imagen distorsionada de las cosas; en muchos casos (y de manera cada vez más recurrente) se acaba por dibujar escenarios excesivamente apocalípticos. El fin de los días es algo que siempre vende, pero nunca llega y, en cualquier caso, preocuparse sobre un escenario catastrófico no tiene mucho sentido. Es bueno obligarse a operar siempre desde la única óptica posible: el mundo no se acaba.
Sano escepticismo hacia los que dicen saber que pasará
En los mercados abundan las tribunas que arrojan proyecciones sobre lo que esta por venir. La experiencia demuestra que mantener un actitud de sano escepticismo ante cualquiera que afirme saber lo que va a ocurrir es algo saludable para el inversor a largo plazo. Seguir demasiado la “macro” puede derivar en un exceso de actividad, bandazos, que suele servir únicamente para erosionar el resultado a largo plazo (véase “The Illusion of Knowledge” de Howard Marks).
Buscar “depósitos de valor” crecientes
Las soluciones al grueso de los problemas a los que nos enfrentamos, hoy y siempre, descansan en nuestra capacidad de innovar; de sabernos adaptar a un entorno cambiante aprovechando las oportunidades que genera el propio cambio. Un cambio impulsado por el motor de la innovación y que es a su vez lo que impulsa la creación de riqueza y que protagoniza el tejido empresarial de un país. En este sentido, en un entorno incierto, cambiante (e inflacionario), la mejor protección a largo plazo para nuestros ahorros es (paradójicamente) tenerlo trabajando en compañías con esta capacidad de adaptación; empresas con una cultura orientada al crecimiento de valor a largo plazo; siendo este uno de los mejores y más accesibles “botes salvavidas” para un ahorro que, en ausencia de esta protección a largo plazo, esta condenado a ver como languidece irremediablemente su poder de compra. Las buenas compañías hay que verlas como depósitos de valor crecientes.
No confundir riesgo con volatilidad (ni viceversa)
El grueso de la industria financiera (empezando por los productos indexados) confunde riesgo con volatilidad: es decir asocia las oscilaciones en el valor transaccional o precio al que Mr. Market nos compra o vende nuestras acciones (volatilidad), determinado por la liquidez y emocionalidad a corto plazo (léase Kostolany/Soros), con la idea de riesgo, un elemento que para un inversor tiene que ver con los fundamentales del negocio subyacente (calidad), y la valoración/margen de seguridad con la que se invierta. Es por eso que una acción en apariencia muy “volátil” no tiene que porqué tener más “riesgo” que una que lo es menos; especialmente a largo plazo. El mercado típicamente utiliza la dispersión (diversificación en jerga financiera) como principal herramienta para abordar la gestión del riesgo, orientando la gestión de carteras o gestión patrimonial a, principalmente, mantener controlada la volatilidad, siendo el retorno una consecuencia de segundo orden. Por el contrario, un inversor abraza la volatilidad y la utiliza en ventaja propia, apoyando sus decisiones en los fundamentales y valoración de los negocios en los que invierte (igual que se hace en el Private Equity, o como se compra un piso), tratando de maximizar el binomio calidad/valoración de sus inversiones. Desde esta óptica la volatilidad es el peaje a pagar por tener acceso inmediato a la liquidez (una ventaja enorme) y, en todo caso, una ventana de oportunidad para poder comprar buenos negocios a descuento. El mercado esta para servirte, no para instruirte (Buffett).
Importancia del análisis cualitativo
Todo lo anterior nos devuelve al problema fundamental de la inversión (en cualquier ámbito; desde el inmobiliario, al PE o la bolsa): la selección de buenos negocios; buenos activos; inversiones que ofrezcan un atractivo binomio calidad/valoración. En este proceso de selección el elemento cualitativo es cada vez más importante y es el que marca la diferencia. Invertir es identificar qué compañías tienen la capacidad recurrente de dar con soluciones innovadoras a las necesidades cambiantes del mercado. Un ejercicio en donde el entendimiento del negocio, ventajas competitivas y cultura empresarial son elementos fundamentales para el inversor a largo plazo. Para ser un buen inversor te ha de apasionar el mundo de la empresa.
#18: Ideas para el inversor a largo plazo
Genial Luis, como siempre. Que sencillo es entenderlo siempre, y que complicado muchas veces creerlo, interiorizarlo y ejecutarlo.
Uno luchando contra sí mismo para vencer sesgos y deseos ancestrales. Fascinante reto personal.
cool, gracias!