Ser optimista y tener sentido del humor. Si uno no es optimista con respecto al futuro, no debería invertir.
Ser paciente.
Tener conocimientos avanzados de contabilidad, sobretodo entender los grandes conceptos y partidas.
Resistir la tentación de especular; es decir, nunca poner en riesgo el principal de nuestras inversiones, ya sea por operar sin margen de seguridad, sin convicción sobre el activo subyacente, o sin la existencia de unos fundamentales sólidos. En otras palabras, resistir la tentación (siempre falsa promesa) de querer ganar dinero rápido. Solo hay una distinción con verdadero sentido en los mercados financieros: invertir o especular.
Ser capaz de dominar nuestras emociones. Domar la amígdala no es cosa fácil; muchas veces es algo realmente imposible. Sin embargo, no dejarnos llevar por la euforia o el miedo -fenómenos, además, enormemente contagiosos-, procurando que éstas poderosas emociones no controlen nuestra conducta, ni nublen nuestro juicio sobre el valor de las cosas, es probablemente el mayor súper poder de todos.
Ser ágiles reconociendo errores.
Tener curiosidad intelectual.
Tener un afianzado hábito lector.
Realismo: procurar siempre operar bajo la única lógica posible: que el mundo no se acaba.
No dejarse paralizar por la “incertidumbre”, sino abrazarla como algo consustancial a la inversión. La incertidumbre paraliza a quién no sabe qué esta haciendo, y supone una enorme ventaja para el inversor a largo plazo.
Ser muy selectivo con los contenidos que consumimos, procurando que sean, la mayoría de las veces, contenido genuino, fruto de la experiencia o de un sólido trabajo intelectual.
Abordar la inversión como actividad permanente. Nada aporta más “alfa” al inversor, como el operar con un horizonte temporal largo, en unos mercados dominados por el corto placismo. El retorno esta vinculado al tiempo que permanecemos (bien) invertidos. Invertir en bolsa de la misma manera que compramos un piso.
Distinguir siempre entre valor transaccional (precio) y valor fundamental. El mercado esta para servirnos (proveedor de liquidez a largo plazo), no para instruirnos (Buffett), en el sentido de que las cotizaciones reflejan un estado de ánimo a corto plazo, rara vez el “precio justo” a partir de los fundamentales del negocio subyacente. Resulta un enorme poder para el inversor, no distorsionar su estimación al valor por la narrativas positivas/negativas que suelen acompañar las subidas y bajadas en las cotizaciones.
Desarrollar una teoría del valor propia e invertir con principios. Los principios constituyen el andamiaje intelectual para la toma de decisiones de cualquier inversor, así como un asidero imprescindible para lidiar con tranquilidad la volatilidad de los mercados. En este sentido, dominar las aportaciones escuela de Viena/Salamanca, así como las bases del método científico apriorístico/deductivo, supone una ventaja enorme.
Entender que los mercados no son “perfectos”.
Invertir con margen de seguridad. El margen de seguridad es la diferencia entre nuestra estimación del valor fundamental (o valor intrínseco) y el precio al que Mr. Market nos ofrece las acciones.
No confundir riesgo con volatilidad. El riesgo es la acción de exponer nuestro capital a una perdida permanente y para lo que contamos con tres palancas principales: la calidad del activo, el margen de seguridad con el que operamos, y cierta diversificación (que no dispersión). La volatilidad, por su parte, es el cálculo de la oscilación (típicamente diaria) en las cotizaciones (o valor transaccional) de los diferentes valores.
Tomar distancia con la cotización diaria; seguir los negocios, no los precios. El precio de la cotización no nos dice ninguna información relevante sobre el negocio subyacente (Buffett).
Ser capaces de aislarnos del ruido mediático (incluidas las RR SS).
Ser metódico en el análisis: una parte importante de la “gestión del riesgo” a la hora de invertir, se apoya en la calidad de los procesos y método de análisis de un negocio.
Entender que el oficio de invertir (estimar la productividad futura del capital), es una empresa, esencialmente, cualitativa.
Ser escéptico ante cualquier tipo de “previsión” sobre el futuro, ya sea macro, o de ningún otro tipo.
No perder nunca de vista la valoración de nuestra cartera y mantenerla siempre en el rango de lo razonable. Un múltiplo razonable -aunque nunca sea una ciencia exacta- es una de las principales palancas que tenemos para gestionar el riesgo a la hora de invertir. El múltiplo debe estar acorde a la calidad y crecimiento esperado de un negocio. La prueba de fuego es que las valoraciones de nuestra cartera nos han de permitir dormir tranquilos.
Operar poco, cuanto menos mejor. La mayoría de las veces, si el negocio es bueno, lo mejor siempre es no hacer nada, ser paciente, y esperar. Lo urgente es esperar (Ortega y Gasset)
Ser muy selectivo con las compañías que componen nuestra cartera. La calidad es la mejor gestión del riesgo posible. Una buena manera de mejorar la calidad de nuestra cartera, es imaginar que cada año solo podemos invertir en 2-3 compañías o que no las vamos a poder vender los próximos 5 años (adoptar una mentalidad PE de largo plazo).
3 Comments
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Great list!!
Gracias Luis