Uno de los conceptos más incomprendidos en el mundo de la economía y las finanza es el tema del capital. En parte, porque el grueso de la escuela neoclásica dominante no integra la dimensión temporal en sus análisis, cuando para analizar el concepto de capital resulta clave. Al final, el capital es un medio hoy para lograr un fin mañana. Algo subjetivo y sujeto a un cálculo económico de revisión constante. Por añadidura, cómo valoramos este capital depende (enor- memente) de la tasa de interés, debido precisamente a este elemento temporal –pensemos en cualquier ejercicio de descuento de flujos de efectivo– y su correcta aproximación no es sencilla y requiere de estudio.
En este libro, el inversor Mark Spitznagel, socio del célebre autor Nassim Taleb, nos ayuda a digerir las complejidades que derivan de un estudio intertemporal no únicamente del concepto de capital (y sus importantes derivadas), sino básicamente de la acción humana. Spitznagel, de forma accesible, aproxima los principales conceptos y teorías que constituyen las bases principales del andamiaje de la conocida como Escuela Austríaca de Economía o Escuela de Viena, en honor al origen de su fundador Carl Menger, aunque este, a su vez, bebe enormemente de las contribuciones de dos y tres siglos antes realizadas por los escolásticos españoles de la Escuela de Salamanca. La principal aportación de esta escuela a la historia del pensamiento fue el adoptar una metodología deductiva, no inductiva, para con el campo de las ciencias sociales, distinguiendo entre teoría e historia (datos históricos), y entendiendo de forma acertada que en dicho campo no es posible la experimentación empírica y, por lo tanto, la inducción de “reglas generales” a partir de datos.
El texto de Spitznagel se centra en los fundamentos de la teoría del capital, repasando las contribuciones históricas de Menger (revolución marginalista), Böhm-Bawerk (relación entre valor capital y tipo de interés), Hayek (información y precios) y, finalmente, Mises, quien de manera más integrada y completa lo relacionó todo con una desarrollada teoría sobre el capital, el crédito y los ciclos económicos, además de elaborar un tratado sobre la “acción humana”. Algo así como el equivalente a la ansiada “teoría del todo” en el campo de la física, pero en este caso aplicado a la Ciencia Económica (en mayúsculas). De los conceptos más importantes: la estructura del capital es intertemporal, tremendamente compleja, formada a partir de bienes de capital que sirven para producir otros bienes de capital que, finalmente, acaban sirviendo para satisfacer necesidades de los consumidores. Una estructura coordinada de manera intertemporal por los tipos de interés; el director de orquestra del proceso de mercado, un proceso dinámico de descubrimiento y adaptación constante.
Por eso, cuando, en este caso, los Bancos Centrales modifican el tipo
de interés, provocan unas profundas distorsiones en la estructura de capital, alterando la acción empresarial e inversora de los agentes económicos y distorsionando su preferencia temporal. Tarde o temprano este desajuste tiene que tomar en cuenta la realidad de las cosas. A este ajuste (muchas veces enormemente doloroso) es lo que conocemos como crisis económica. Para cualquier inversor, ser capaz de estimar la productividad del capital (ROIC) es algo esencial. Uno de los problemas es que la facilidad de crédito infla el valor del capital, alterando el cálculo económico y distorsio- nando las decisiones de los inversores. De hecho, la bajada de tipos incrementa el sesgo hacia el consumo inmediato de capital, en vez de ponerlo a trabajar en fines más productivos precisamente por alterar esta productividad aparente. Precios falsos únicamente dan lugar a una economía falsa.
Estos son únicamente unos pocos de los muchos conceptos e ideas de enorme valor práctico que Spitznagel rescata de los pensadores de Viena y pone al servicio de una mejor comprensión del ciclo de crédito, las consecuencias de cualquier alteración en los procesos de mercado, la importancia de la praxeología (teoría general de la acción humana, en contraposición al modelo irreal de “homo economicus”), o los orígenes de la poderosa relación entre capital e interés, de la que Warren Buffett (del que su padre se dice le regaló algún que otro libro de Murray Rothbard, el alumno más aventajado de Mises en Estados Unidos) señalo: “los tipos de interés son para el precio de los activos como la gravedad.” Libro para leer con lápiz y papel a un lado.
Créditos frontispicio: ‘Hudson River Waterfront’, Colin Campbell Cooper, New York City c. 1921.