#37: Los señores de las finanzas
Recupero esta reseña publicada el 6 de enero de 2016 sobre una novela sobre Bancos Centrales imperfecta pero de interés
“El dinero sin medida forma los nervios de la guerra.”
Cicerón, Filípicas
“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.”
Aldous Huxley
El siglo XX fue testigo de dos grandes episodios que iban a marcar de forma definitoria la historia económica mundial desde entonces: uno, la hiperinflación alemana de 1919; el otro, el gran crack del 29 y posterior Gran Depresión que se extenderá hasta el inicio de la Segunda Guerra mundial. Dos hechos de gran relevancia no solo por su magnitud, sino por las hondas cicatrices que dejarán a ambos lados del océano y por su relevancia a la hora de influir en el rumbo de los asuntos económicos desde entonces.
Gustavo Adolfo Bécker escribió que el recuerdo que deja un libro es más importante que el libro en sí. Con las crisis sucede lo mismo: tan importante es la crisis, como el poso y recuerdos que deja tras de sí: cuáles son las lecciones aprendidas, o los errores ignorados, y que de forma a veces inconsciente influirán en el ideario colectivo a la hora de afrontar futuras crisis. Un (mal) eco que llega a nuestros días. De esta forma, no es posible entender la reacción a la crisis de las hipotecas subprime sin entender la Gran Depresión y, en este caso, sus aprendizajes en falso.
Con la importancia de la historia y sus consecuencias en mente, encuadramos la reseña de la obra del economista y ex banquero de inversión Liaquat Ahamed Los señores de las finanzas. Se trata de un texto muy ambicioso, escrito como la mejor de las novelas, que repasa los intensos acontecimientos que se extienden desde el final de la Primera Guerra Mundial, pasando por el colapso de Wall Street en octubre de 1929, sus dolorosas consecuencias para el convulso periodo 1929-33, y hasta las postimetrías de la Segunda Guerra mundial. Un relato minucioso, con multitud de pequeños detalles, narrado a través de cuatro de las figuras más preminentes en el mundo financiero de entonces: Montagu Norman (presidente del Banco de Inglaterra), Benjamin Strong (Reserva Federal de Nueva York, luego substituido por George Harrison), Hjalmar Schacht (Reichsbank), y Émile Moreau (Banco de Francia).
La buena marcha de la economía depende de la solidez y solvencia de sus instituciones monetarias. Mayer A. Rothschild, fundador del banco con el mismo nombre: “Dejadme emitir y controlar el dinero de una nación y no importará quién dicte las leyes.” En este sentido, una de las principales virtudes del libro de Ahmed es doble: centra el texto en el tema realmente importante y, además, lo hace poniendo el foco en los protagonistas de quienes tomaron las decisiones que, para bien y para mal, determinaron en gran medida el destino de las principales potencias económicas de entonces.
Una de las partes más interesantes del libro, que cuenta con abundante información y es merecido ganador de un premio Pulitzer, es bucear en la psicología, perfiles y vivencias personales de estos cuatro protagonistas (también de algunos personajes secundarios relevantes como Roosevelt, Churchill o Keynes; por mecionar los que quizás son más conocidos), entre otros. La obra permite clarificar los diferentes acontecimientos a partir del carácter y pensamiento de las personas encargadas de tomar las decisiones que determinaran esos hechos, dando fuerza a las ideas como motor de la historia. Gran parte de esta dimensión intelectual esta centrada, lógicamente, en los aspectos monetarios, una parte del debate económico que pese a su gran incidencia en la vida de la gente suele quedar casi siempre fuera de plano en el debate público.
El siglo XX se inicia con el fin de manera muy velada del patrón oro clásico tras el pánico de 1907 en Nueva York y la posterior creación de la Reserva Federal en 1913. El deterioro del patrón oro se extenderá durante la depresión de toda la economía global a partir de 1933 y el final de la segunda guerra mundial donde Bretton Woods marcará el hito fundamental de un sistema monetario totalmente nuevo (patrón dólar-oro). Repasando los hechos de este intenso periodo en la historia de Occidente Ahamed da algunas pinceladas sobre la transformación económica durante aquellos años, donde destaca el importante rol que tendrá la banca durante esos años en el desarrollo industrial que vivirá el primer gran periodo de globalización acelerada de la era contemporánea.
La parte descriptiva de los hechos resulta brillante. La parte más teórica, especialmente en lo que respecta al fenómeno monetario, seguramente sea la parte más floja (como suele pasar en muchos libros que cubren este mismo periodo), o cuando el autor explica algunos elementos de la Gran Depresión, uno de los capítulos de la historia económica más incomprendidos (basta leer las conferencias de Ben Bernanke al respecto).
La vulgata oficial con respecto a la Gran Depresión es que fue causada en gran medida por la arquitectura del sistema monetario (en aquel momento patrón oro-dólar, aunque muchos tienden a confundir este modelo con el patrón oro clásico que existirá hasta antes de la creación de la Reserva Federal en 1913), y que su posterior alargamiento fue debido al enfoque ‘laissez faire’ adoptado por el (por otro lado, mediocre) presidente (republicano) Herbert Hoover. Únicamente con la llegada en 1933 del activismo gubernamental de Roosevelt, apoyado sobre el cuerpo teórico de pensadores como Keynes (otro de los grandes personajes secundarios de la historia) permitirá al conjunto de las economías escapar de la depresión.
A parte de los mercados libres, el otro gran chivo expiatorio de la Gran Depresión, será el patrón oro; una visión dominante entre banqueros centrales, ya entonces y también ahora, para los que el patrón oro se convirtió en un anatema. Lo cierto es que, la evidencia de los datos, junto a una correcta comprensión de como funciona el mecanismo monetario y la institución del dinero, permite dibujar un escenario mucho más complejo. Economistas como Alan Meltzer o Murray Rothbard han clarificado estos aspectos de forma notable en sus obras sobre historia monetaria.
El libro, por ejemplo, no alcanza a entender las importantes consecuencias derivadas de la creación de la Reserva Federal en 1913. Un hecho que con posterioridad permitirá mantener unos los tipos de interés artificialmente bajos lo que alimentará la burbuja especulativa (y altamente apalancada) de valores bursátiles en Wall Street. El origen de esta política, que resultará letal, no esta en Estados Unidos sino en Gran Bretaña. El Reino Unido cometerá uno de los grandes errores en la política monetaria de este complejo periodo al hacer volver la libra al patrón oro al mismo tipo de cambio de antes de la Guerra tras la paz de Versalles (1919). Winston Churchill, entonces secretario de Hacienda, fuertemente presionado por Norman, hizo regresar la libra esterlina al patrón oro con el antiguo tipo de cambio de antes de la contienda lo que agudizó la deflación en aquel país tras la guerra: al fijar un tipo “artificialmente” alto por motivos políticos –Gran Bretaña no quería perder importancia dentro del escenario financiero y geopolítico mundial–, no reconoció el deterioro de la estructura de capital del país y fuerte perdida de competitividad tras los estragos alemanes durante la Gran Guerra. Esto deprimió la economía en un momento en donde, además, ninguna de las grandes economías contó con una agenda reformista, sino todo lo contrario. Churchill reconocería más tarde en sus memorias como esta mala fijación en el tipo de cambio de la libra había sido el error más importante de su carrera política.
Tras la guerra, las naciones europeas no solo quedaron mutuamente destruidas sino que quedaron altamente endeudadas y con unas reservas de oro totalmente mermadas. Una posición de gran debilidad que hubiera requerido reformas por el lado de la oferta, que no se llegaron abordar nunca. Por su parte, Estados Unidos, había visto como la Gran Guerra se traducía en un incremento muy sustancial de las reservas de oro (había sido el gran proveedor), hasta el punto de duplicar las reservas del resto de potencias combinadas.
Tras la guerra, los principales objetivos eran reactivas la economía y revivir los sistemas de crédito internacional. Lo primero no se hizo; lo segundo se forzó mediante una política por parte de la Fed de tipos bajos lo que suponía el necesario balón de oxígeno para que la dañada y disfuncional economía inglesa fuera tirando a trancas y barrancas durante aquellos años. Mientras tanto, la economía estadounidense se encontraba en plena fase de expansión, fiebre inversora incluida (durante los felices años 20, además, la inversión en bolsa se popularizara enormemente; con una parte muy relevante de esta inversión haciendose de manera apalancada). Una economía efervescente que era además distorsionada artificialmente por el crédito barato de la Fed para favorecer un dólar artificialmente bajo y así asistir al socio inglés. Una dinámcia cuyo resultado únicamente podía ser un irremediable y violento ajuste (como así sucedió). Unos elementos que quedan distorsionados o fuera de plano en el libro de Ahamed.
Al final, el gran elemento que acabará por acelerar la burbuja especulativa en la bolsa especialmente aguda entre finales de 1925 y 1929- será la política de repetidos recortes de tipo de interés. Una vez llegado el ajuste, de nuevo, ni el sector público ni la Fed actuaran con sentido. De entrada, la administración Hoover aumentará el gasto público iniciando de facto el New Deal, con importantes partidas presupuestarias para infraestructuras en un momento de estrechez de recursos, como la conocida presa Hoover. También caerá el error garrafal de incurrir en políticas decontrol de precios y salarios y subirá la presión fiscal; un intervencionismo económico que dificultará el ajuste de la economía tras las distorsiones durante los años de la burbuja, y que llegará al paroxismo con Roosevelt. Por su parte la anteriormente laxa Reserva Federal, contraerá la base monetaria entre 1929 y 1933 lo que complicará innecesariamente las cosas, agudizando el dolor de las liquidaciones en vez de salvaguardar la liquidez del sistema. Un conjunto de errores de política económica siempre bajo el equivocado prisma del intervencionismo económico, preponderante ya en aquella época y que luego sistematizará Keynes en su opus magna de 1936, y sin los que es imposible entender ni la gestación de la crisis ni su inusitada dureza y duración.
Ni en aquel momento, ni en 2008, se acertó en dibujar un diagnóstico solvente de la situación, sabiendo separar (que este es el gran error intelectual del libro) lo que constituyen “fallos” de sistema (en este caso del patrón oro), de lo que son fallos de política (ya sea en el ámbito de la regulación o supervisión). En 1933 chocaron dos posturas: los favorables a la ortodoxia del patrón oro y los favorables –entre los más destacados Keynes o Roosevelt– de abandonar el sistema para poder emitir crédito sin restricción. Lo cierto es que, como siempre, la virtud estaba “somewhere in the middle”: ni la naturaleza de la crisis se solucionaba inundando los mercados de liquidez (para muestra un botón con las actuales políticas de extraordinaria liquidez de la Fed entre 2009 y 2015 que únicamente han agravado la fragilidad de la situación); y, al mismo tiempo, fue un error fijar un tipo de cambio con el oro que no se ajustaba a la realidad de los países lo que llegado el momento distorsiono los flujos del comercio alterando, en consecuencia, también los diferentes flujos de oro entre los diferentes países lo que agudizó la depresión en algunos (i.e. Reino Unido), sobre estimulando la actividad en otros (i.e. Estados Unidos).
Bonus track
Aprovecho la entrada, y comparto de nuevo mi reseña al libro El precio de la paz, centrado en la figura de Keynes durante aquellos mismos años. De nuevo, una novela financiera de interés, aunque contenga importantes errores de teoría económica y monetaria: https://torrasluis.medium.com/el-precio-de-la-paz-d5c03859fc7b
BIBLIOGRAFIA
Friedman, M., & Schwartz, A. (1963). A Monetary History of the United States, 1867–1960. Princeton University Press.
Rothbard, M. N. (1963). America’s Great Depression. Van Nostrand.
Galbraith, J. K. (1954). The Great Crash, 1929. Houghton Mifflin.
Rickards, J. G. (2011). Currency Wars: The Making of the Next Global Crisis. Portfolio/Penguin.
White, L. H. (2012). El choque de ideas económicas. Unión Editorial.
Meltzer, A. H. (2003, 2009). A History of the Federal Reserve (Vols. 1 & 2). University of Chicago Press.
Shlaes, A. (2007). The Forgotten Man: A New History of the Great Depression. HarperCollins.
Créditos cuadro frontispicio: 'Westminster in Winter Morning Light', de. Rob Pointon
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Gracias. Genial reseña.