#42: Las implicaciones morales del dinero (nota bibliográfica)
Notas y apuntes sobre "The Ethics of Money Production" de Jörg Guido Hülsmann
En la historia del pensamiento económico, pocas instituciones han sido tan fundamentales y a la vez tan poco comprendidas en cualquiera de sus múltiples dimensiones, también la ética, como el dinero. A pesar de su omnipresencia en cualquier economía con un mínimo de sofisticación, los procesos de creación de dinero -que ahí esta la cuestión clave- no suelen ser objeto de una evaluación moral sistemática.
Jörg Guido Hülsmann, autor de una soberbia biografía sobre Mises (que aún no ha sido traducida al castellano y de la que también escribiremos algún día), se sitúa en la tradición de pensadores como Mises, Rothbard y Oresme, combinando economía, historia de las ideas y filosofía del derecho, y cubre este vacío general con The Ethics of Money Production. Se trata de un ensayo de teoría monetaria que integra una sólida y armada reflexión sobre la justicia, la libertad y el orden social.
Un análisis en donde el dinero no es solo una variable instrumental —controlada, ajustada y emitida por autoridades centralizadas—; Hülsmann nos recuerda que el modo en que se produce el dinero tiene consecuencias profundas sobre la distribución de las rentas, el comportamiento de los agentes, la estructura del poder político y hasta la cultura de una sociedad. Reflexionar sobre las instituciones monetarias no es únicamente un tema económico, sino una cuestión antropológica: ¿qué tipo de sociedad engendra un sistema monetario determinado?, ¿a quién beneficia?, ¿quién paga los costes invisibles de la inflación?, ¿puede haber justicia sin una moneda justa?
I. La producción natural del dinero y su base ética
Uno de los mayores méritos del libro de Hülsmann es que no parte de una visión estática o convencional del dinero, sino que lo enmarca dentro de un proceso histórico, social y moral, bebiendo de la visión orgánica de las instituciones de Carl Menger o F.A. Hayek. Para ello, introduce el concepto de “producción natural del dinero” (natural money production), entendida como aquella que surge sin coacción ni privilegios legales, fruto del intercambio voluntario entre individuos libres (o procesos de mercado). Una concepción que tiene raíces filosóficas más profundas y que podemos rastrear hasta el realismo medieval y la doctrina escolástica sobre el justo intercambio.
El dinero como solución espontánea
Para ilustrar este punto, Hülsmann arranca poniendo en contexto al limitado mundo del trueque. En ausencia de una moneda, el intercambio directo requiere una “doble coincidencia de necesidades”, lo que limita enormemente la extensión del comercio y la cooperación social. El dinero surge como un medio indirecto de intercambio para superar estas limitaciones; y va siendo cribado en sus diferentes formas -desde sal a conchas o metales preciosos- de manera espontánea por su liquidez y aceptabilidad. A lo largo de la historia, fueron finalmente metales preciosos como oro y la plata los que serán adoptados como formas principales de dinero por su adecuación física a las funciones que el dinero debía cubrir: durabilidad, divisibilidad, facilidad de transporte, y escasez relativa.
No fue una convención impuesta ni el resultado de un acuerdo centralizado, sino un descubrimiento evolutivo. Como razonó Carl Menger, el dinero es una institución espontánea y sujeta a evolución; por eso la palabra dinero se entiende mejor si la vemos como un adjetivo y no solo como un nombre. Una idea presente en el importante ensayo La filosofía Bitcoin de Álvaro D. Maria. Y como remarca Hülsmann, su valor monetario se ancla primero en su demanda no monetaria (uso directo), y solo a partir de ahí adquiere la capacidad de facilitar intercambios indirectos: “The monetary use of a commodity ultimately depends on its nonmonetary use.”
Las implicaciones morales
Lo importante aquí no es solo la mecánica económica, sino su estructura ética. Hülsmann insiste en que la producción de dinero —como toda actividad económica— está sujeta a criterios de justicia. En el caso del dinero, esto significa que debe respetar dos principios básicos: (1) voluntariedad del intercambio; y (2) inviolabilidad de la propiedad privada. De ahí que el dinero “natural” sea también, en un sentido riguroso, un dinero moral: nace del respeto mutuo, de la cooperación social bajo el paraguas de la igualdad ante la Ley (propiedad privada), y permite que cada persona determine libremente qué dar y qué recibir en sus intercambios. Algo que conecta con la tradición escolástica, donde el dinero era considerado una res fungibilis et primo usu consumptibilis: un bien fungible, útil por su capacidad de facilitar el consumo y el intercambio.
Hülsmann retoma explícitamente esta tradición integradora —donde ética, derecho y economía no eran compartimentos estancos—, sino un todo orgánico, un método de estudio superior al maniqueo utilitarismo moderno (como sucede en tantos otros campos). La producción natural del dinero (que también podríamos llamar simplemente “de mercado”), lejos de ser una utopía, fue durante siglos el régimen imperante y moralmente superior. “Only the free and responsible initiatives of private individuals, associations, and firms can create monetary institutions of the sort that truly benefit society and its members”.
El libro de Hülsmann repasa de forma didáctica la evolución en el pensamiento monetario arrancando con Nicolás Oresme, cuyo Tractatus de Moneta (incunable de siglo XIV) fue el primer tratado sistemático sobre la ética del dinero. Hülsmann lo considera un precursor crucial, el primero en advertir que debilitar la moneda —aunque sea con fines políticos— equivale a cometer un acto de injusticia. Más adelante, la Escuela de Salamanca y pensadores como Azpilcueta o, de forma célebre, el padre Juan de Mariana continuaron con esta misma línea crítica y de advertencia.
II. El pecado original del dinero fiduciario
En la arquitectura ética de Hülsmann, el contraste entre el dinero natural (o de mercado) y el dinero fiat (creado de la nada, o fiduciario) no es meramente funcional, sino moral. Si el primero surge de la cooperación libre, el segundo nace del privilegio, la coacción y la manipulación institucional. En este contraste encontramos la parte más incisiva y fundamental del texto. Hülsmann remarca como el régimen monetario contemporáneo, basado en papel moneda de curso forzoso emitido por bancos centrales con respaldo fraccionario (no real), no únicamente es ineficiente o inflacionario -y se sitúa en la base de múltiples distorsiones en la estructura de producción dando lugar a distorsiones, burbujas, y dolorosos procesos de ajuste (crisis)-, sino que resulta radicalmente injusto. “Legal monopolies, legal-tender laws, and the legalized suspension of payments have unwittingly become instruments of social injustice.”
Inflación privada vs. inflación fiat
Una de las contribuciones conceptuales más valiosas del libro es la distinción entre dos tipos de inflación. Por un lado la inflación privada: o falsificación espontánea de certificados monetarios —por ejemplo, el uso fraudulento de papel moneda sin respaldo (insostenible y fuertemente penalizada en un entorno de mercado). Y por otro lado, la inflación fiat: institucionalización legal de ese proceso, cuando el Estado convierte esa práctica en norma, la protege por ley y la delega a bancos centrales y entidades financieras privilegiadas. Esta segunda forma, la inflación fiat, es mucho más corrosiva porque está legalmente blindada y se aplica sistemáticamente con el consiguiente empobrecimiento de la población. Hülsmann en concreto señala: “Fiat inflation […] enjoys the protection of the state and is therefore an institutionalized perversion of money production.”
¿Por qué resulta injusto este sistema de promesas de pago sin respaldo de ahorro real? Principalmente porque permite que ciertos actores —el Estado, los bancos centrales, el sistema bancario con reserva fraccionaria— obtengan nuevos fondos monetarios (efectivo) sin necesidad de crear riqueza real. Es decir, se apropian del poder adquisitivo que otros han generado mediante el trabajo y el ahorro a través del privilegio de poder crear ellos en régimen de monopolio nuevos medios de pago. Por eso decimos que la inflación es un impuesto; un impuesto injusto que no pasa por el Parlamento, y que agrede los principios más básicos de un orden social libre y abierto. Un impuesto invisible que erosiona la capacidad de compra de quienes están más lejos del origen del dinero creado, típicamente las clases más desfavorecidas (medias y bajas), más desprotegidas (con menos activos), lo que lo convierte en una redistribución de recursos especialmente lesiva, cruel e injusta. Un “pecado estructural y sistemático” en forma de robo silencioso: “Inflation, in the modern context, is not an accidental phenomenon—it is a systemic feature, legalized and perpetuated through institutions that violate property rights.”
El espejismo del crecimiento nominal
Hülsmann condensa muchas de las críticas actuales al sistema fiat, entre los que destacan: la expansión monetaria no solo no genera riqueza real, sino que distorsiona los precios relativos, alimenta burbujas especulativas, fomenta el sobre endeudamiento y genera ciclos artificiales de auge y recesión. Son los elementos que determinan la teoría del ciclo económico de la Escuela de Viena que hace bueno el conocido aforismo por los alumnos del profesor Jesús Huerta de Soto -cuya obra es imprescinible para abordar todos estos temas- de que “no hay nada más práctico que una buena teoría.”
La ilusión monetaria permite al sistema presentar crecimiento donde hay empobrecimiento, y estabilidad donde hay manipulación. El “PIB” crece, pero también lo hacen la deuda, el coste de vida y la desigualdad en el acceso al capital. Es un espejismo que enmascara una redistribución injusta bajo apariencia de política macroeconómica. Le llamamos inflación porque llamarlo empobrecimiento de las clases medias supondría un quebradero de cabeza para cualquier gobierno.
El origen del privilegio
El libro dedica capítulos sustantivos a tres pilares del dinero fiduciario:
El monopolio legal del banco central, que impide la libre competencia monetaria.
Las leyes de curso forzoso, que obligan a aceptar el dinero estatal como medio de pago, incluso si su poder adquisitivo se deteriora.
La suspensión legalizada de pagos, que permite a los bancos no cumplir con sus compromisos (reserva fraccionaria) sin consecuencias penales.
La de Hülsmann es una enmienda a la totalidad arquitectura fraudulenta del sistema monetario fiat actual.
III. Monopolio, privilegio y desorden monetario
Si el dinero fiduciario representa una ruptura con la ética de la producción natural de moneda, su consolidación como sistema se explica por un conjunto de instituciones legales que privilegian a ciertos actores y distorsionan el orden económico de mercado. Hülsmann dedica buena parte de su obra a analizar cómo estos privilegios se estructuran: desde el monopolio legal del banco central hasta las leyes de curso forzoso, pasando por el respaldo parcial de los depósitos. El resultado no es solo una economía menos eficiente en términos de producción y bienestar, sino, como decíamos, un orden social injusto y artificial, incompatible con un sistema de libertades. “Legalizing debasement and fractional reserves […] transforms institutions of trust into engines of deception” .
El monopolio legal del dinero
En los regímenes modernos, la creación de dinero está reservada al Estado o a entidades autorizadas por él (Bancos Centrales). Esto implica la abolición de un principio esencial en toda economía libre: la competencia. Hülsmann insiste en que no hay razones técnicas ni éticas para justificar la exclusividad estatal en la emisión monetaria. Muy al contrario, el monopolio de emisión permite la manipulación de la oferta monetaria, fomenta el endeudamiento público y reduce el poder de elección de los ciudadanos: “The ethics of monetary monopoly cannot be defended in light of natural law, property rights, or economic efficiency”.
El dinero deja de ser un bien elegido libremente por los agentes económicos y se convierte en un instrumento del poder político. Una herramienta de dominación política peligrosamente camuflada.
Las leyes de curso forzoso
Uno de los mecanismos más brutales —y a menudo ignorados— que sostiene el sistema fiat es el curso legal obligatorio: la imposición de una moneda como único medio válido para saldar deudas, pagar impuestos o realizar contratos impuesto “desde arriba”. Incluso si los ciudadanos pierden confianza en la moneda nacionalizada, no pueden rechazarla sin consecuencias legales.
Hülsmann denuncia este mecanismo como una forma de violencia institucionalizada que despoja a las personas de su derecho más básico en una economía: elegir con qué moneda transaccionar. Esta coacción, disfrazada de neutralidad legal, actúa como un ancla que impide la emergencia de alternativas monetarias más sanas.
Reserva fraccionaria
Uno de los puntos más polémicos —pero también centrales— del libro es la crítica al sistema bancario de reserva fraccionaria. En esencia, se trata de permitir que los bancos presten más dinero del que realmente tienen en depósito, creando así dinero bancario a partir de deuda (crédito bancario). En suma, la banca comercial actúa como “sucursales de distribución” del Banco Central en la creación de dinero; falsificación legalizada de moneda.
Más allá de la crítica técnica, en Hülsmann el argumento principal es ético, y en este caso también jurídico: si alguien promete custodiar un depósito y, por el contrario, utiliza estos fondos para ampliar su cartera de créditos (poniendo en riesgo el principal) sin el consentimiento del depositante está incurriendo en una violación de la propiedad de éste. La reserva fraccionaria, entonces, no sería un mecanismo neutro de expansión del crédito, sino la despenalización de un fraude de ley.
El respaldo a esta práctica por parte de bancos centrales y gobiernos con mecanismos de garantía y rescate, lejos de corregir la injusticia; la institucionaliza. En tiempos de crisis, esta estructura se torna más evidente, como se vio de manera muy cruda en la Gran Crisis Financiera de 2008: los bancos son rescatados por ser “sistémicos”, pero los costes los pagan los ciudadanos, ya sea vía inflación, mayor deuda pública (ie. la inflación o impuestos de mañana), o pérdida de poder adquisitivo.
Resultado: desorden institucional
La consecuencia de este entramado legal de privilegios no es estabilidad, sino desorden estructural: un sistema en el que los incentivos están pervertidos, la responsabilidad individual diluida y el vínculo entre dinero, ahorro y trabajo progresivamente erosionado. Un sistema donde los errores no se corrigen porque el dolor no lo sufre quien los comete; una peligrosa asimetría muy presente, por ejemplo, en la recomendable obra de Nassim Taleb.
En palabras del propio Hülsmann: “We are witnessing not the failure of free markets, but the logical outcome of monetary institutions divorced from ethical principles.”
IV. Las implicaciones del “sistema fiat”
Más allá de sus efectos económicos, Hülsmann se detiene en una dimensión raramente abordada en los tratados de teoría monetaria: las consecuencias culturales y espirituales del sistema de dinero fiduciario. En este punto, su análisis va más allá de la economía política para tocar el alma de las civilizaciones. Para el autor, la inflación sistemática, institucionalizada por el Estado moderno, no solo distorsiona los precios; distorsiona también las virtudes que sustentan una sociedad libre y responsable. “Fiat inflation degrades not only the currency, but also the ethical habits of the people who use it”, algo que describió a la perfección y de forma célebre el gran escritor Stefan Zweig en su clásico El mundo de ayer.
Deformación de los hábitos y las expectativas
El dinero fiat, al romper la conexión entre trabajo, ahorro y poder adquisitivo, introduce un sesgo de corto plazo en la toma de decisiones individuales y colectivas. Fomenta la impaciencia, la especulación, la dependencia del crédito fácil. En lugar de cultivar la prudencia, el esfuerzo y la frugalidad, se normaliza la deuda, la búsqueda de rentas y la ilusión de riqueza sin sacrificio. “Inflation fosters habits of consumption without saving, ambition without patience, and entitlement without merit”, señala Hülsmann. Muchos “intelectuales” (no hace falta poner ejemplos) suelen centrar muchas de sus críticas al capitalismo (sic) por una mala comprensión realidad procesos de mercado (y su ética implícita), y enorme ignorancia de los temas monetarios; confunden capitalismo (capital y ahorro), con “consumismo”.
Este deterioro ético no es accidental. Cuando las reglas del juego favorecen a quienes primero acceden al dinero recién creado, el resto de la sociedad aprende a adaptarse mediante estrategias defensivas que debilitan el tejido ético. Es un tema estructural, una respuesta a los incentivos dominantes.
Centralización y dependencia del Estado
Hülsmann denuncia que el sistema fiat permite financiar sin control la expansión del poder político. Guerras, estados del bienestar hipertrofiados, programas ineficaces y estructuras clientelares serían impensables sin el recurso a la máquina de crear dinero. La inflación se convierte, así, en un lubricante del poder centralizado e impuestos “desde arriba”: “Fiat money is the lifeblood of hyper-centralized government. It enables war, welfarism, and control in ways that honest money never could.” De nuevo, la obra de Taleb contiene valiosas intuiciones sobre esta misma idea.
La consecuencia es doble: por un lado, el ciudadano se convierte en súbdito de un aparato del que cada vez depende más; por otro, el poder se concentra en instituciones cada vez más opacas y alejadas del control democrático. La libertad, lentamente, se desvanece.
Esto queda reflejado en un capítulo clave “Fiat Inflation and War”. Hülsmann documenta cómo los conflictos armados del siglo XX —desde la Primera Guerra Mundial hasta las guerras modernas— han sido financiados no mediante impuestos honestos, sino mediante inflación. Es decir, cargando el coste a generaciones futuras e inocentes. En paralelo, el crecimiento perpetuo del endeudamiento público y privado crea una cultura del aplazamiento moral: lo que hoy se promete, otro lo pagará mañana. La ética del compromiso, del sacrificio y de la responsabilidad intergeneracional es sustituida por la cultura de la deuda. “Fiat money makes it possible to fund war without popular consent, to sustain deficits without reform, and to enslave future generations without their knowledge”. Por añaduría, en régimenes democráticos, la fiscalización del poder político se hace imposible -a largo plazo, todos muertos- lo que deriva el proceso electoral en una subasta de promesas; promesas luego sufragadas con dinero devaluado.
Deterioro de la visión de largo plazo y pérdida de una vida con propósito
Quizá el punto más penetrante de Hülsmann sea este: que el sistema monetario no es neutral. Que influye en la forma en que los individuos conciben su lugar en el mundo y como se forjan los valores que sustentan el propio sistema (en cierto modo es reflexivo). Un sistema basado en el privilegio, en la erosión del valor, en la mentira contable y la manipulación, debilita el sentido de justicia. La inflación perpetua socava la confianza en el futuro, alimenta el escepticismo hacia las instituciones y favorece una mentalidad cínica que, por extensión, favorece el consiguiente deterioro. “Under fiat inflation, even virtue becomes suspect. Saving is punished. Prudence is mocked. Honor is discounted.”
En última instancia, afirma Hülsmann, lo que se pierde no es solo estabilidad económica, sino la solidez moral que hace posible el sustento de sociedades libres (de nuevo las descripciones de Zweig, o la explicación de Adam Fergusson, autor del insustituible When Money Dies (libro que desgranaremos también próximamente) a la hiperinflación alemana, resultan ilustrativos). La capacidad de los individuos para proyectar, ahorrar, construir y transmitir capital y riqueza a largo plazo -el elemento que explica la construcción de capital que hace avanzar una civilización-, se ve erosionada por un sistema que recompensa al corto plazo, el consumo, la inmediatez, y, en última instancia, la obediencia sumisa. Ideas muy presentes en la teoría del capital de Bhöm-Bawerk (el Ronaldhino de la Teoría del Capial).
V. El (¿utópico?) camino hacia un dinero honesto
El texto por último articula un parte normativa, desarrollando una defensa filosófica y moral del dinero como institución al servicio de la justicia, la libertad y el orden social. El economista Gary North habla de “dinero honesto”. Su tesis apunta a la raíz del sistema: no estamos ante “fallos de política”, sino en problemas en la cimentación del sistema legal e institucional; el problema descansa en una arquitectura fraudulenta que legaliza el privilegio y suspende el principio fundamental de defensa de la propiedad sin el que un sistema de libertades puede operar con normalidad (véase el delicioso ensayo de Richard Pipes, a quién tuve el honor de hacerle su última entrevista, Propiedad y libertad.
El sistema monetario actual no es “éticamente neutro”. En su origen y funcionamiento, es un sistema de producción monetaria basado en la expropiación silenciosa, la desigualdad de acceso y la impunidad institucional.
Hülsmann evita caer en ingenuidades. Lo cierto es que no caben recetas mágicas, ni una transición inmediata. Pero sí apunta una dirección clara: la desnacionalización del dinero. Justo la línea que ha impulsado con sorprendente éxito del presidente Javier Milei en Argentina: polémico en las formas, efectivo en los resultados. Dotarnos de un sistema monetario más honesto, justo, y solvente pasa por avanzar en varios frentes (hoja de ruta también presente en la obra clave de Jesús Huerta de Soto Dinero, crédito bancario y ciclos económicos): abolir el privilegio legal del banco central como único emisor; derogar las leyes de curso forzoso; prohibir la reserva fraccionaria sin consentimiento explícito del depositante; permitir la libre competencia de monedas —incluyendo metales, criptomonedas o cualquier otra forma consensuada— en un marco de derecho privado.
Estos pasos —tremendamente difíciles, sí; políticamente impopulares, también— no son un regreso al pasado, sino una reapertura del futuro. Representan la posibilidad de construir un sistema monetario basado en contratos libres, en propiedad bien definida y en reglas estables y predecibles en el tiempo.
Pero más allá de las reformas institucionales, el libro propone una re educación moral. Necesitamos volver a hablar del dinero como una cuestión de justicia. Como una cuestión que no pertenece solo a tecnócratas, banqueros o macroeconomistas, sino a la conciencia colectiva.
Este es quizás el mensaje más profundo de Hülsmann: el dinero no solo mide valor; también moldea valores. Por eso, la lucha por una moneda justa no es periférica como sucede ahora, sino algo central (como han entendido perfectamente los bitcoiners). No es una obsesión de economistas libertarios, sino una condición de posibilidad de una sociedad más libre, más responsable y más digna.
Algunas referencias bibliográficas
Ammous, Saifedean. 2019. El patrón Bitcoin: La alternativa descentralizada a los bancos centrales. Madrid: Deusto.
De María, Álvaro D. 2023. La filosofía Bitcoin. Ediciones Deusto.
De Soto, Jesús Huerta. 2012. Dinero, crédito bancario y ciclos económicos. 5ª ed. Madrid: Unión Editorial.
Fergusson, Adam. 2022. Cuando muere el dinero: La pesadilla de la hiperinflación en la República de Weimar. Madrid: Deusto.
Hayek, Friedrich A. 2008. La desnacionalización del dinero: La argumentación detallada en favor de una reforma monetaria radical. Madrid: Unión Editorial.
Menger, Carl. 2009. Principios de economía política. Madrid: Unión Editorial.
Mises, Ludwig von. 2011. La teoría del dinero y del crédito. Madrid: Unión Editorial.
North, Gary. 1991. Honest Money, Mises Institute.
Oresme, Nicolás. 2013. Tratado sobre el origen, naturaleza, ley y alteración de la moneda. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.
Rothbard, Murray N. 2010. ¿Qué ha hecho el gobierno con nuestro dinero?. Madrid: Unión Editorial.
Rushdoony, Rousas J. 1982. The Roots of Inflation. Vallecito, CA: Ross House Books.
Créditos imágen frontispicio: The Thames and the City of London from Richmond House (1746), Canaletto.